Luis Rosales


Luis Rosales nació en Granada el 31 de mayo de 1910 y falleció en Madrid el 24 de octubre de 1992.

Perteneciente a la denominada Generación del 36, su lírica, a medio camino entre la hondura del sentimiento religioso y la preocupación por el lenguaje, constituye uno de los mejores exponentes de lo que Dámaso Alonso denominó poesía arraigada; es decir, aquella poesía de hondo aliento intimista, que centra su atención en los hechos y las figuras de la cotidianidad que rodea al poeta: la familia, la amistad, el hogar, la costumbre, la rutina, etc.

Miembro de una familia acomodada, se trasladó de su Granada natal a Madrid para cursar la carrera de Filología Románica. En la capital conoce a otros jóvenes poetas (los Panero, Vivanco) que, como él, propugnan una poesía más confidencial y menos vanguardista.

En esta dirección se encuentra su primer poemario, Abril (1935), compendio de poesía amorosa en el que postula, frente a los ya desgastados recursos de la Vanguardia, una recuperación de los moldes clásicos (principalmente, el romance y el soneto) y un regreso a la antigua naturalidad expresiva de la tradición clásica.

Acabada la Guerra Civil, se instala en Madrid y publica Retablo Sacro del Nacimiento del Señor (1940), ejercicio retórico de notable calidad.

Durante la década de los cuarenta, comenzó a colaborar de forma asidua en algunas de las principales publicaciones del panorama cultural de momento, como las revistas Escorial (en cuya fundación tomó parte activa), Isla y Vértice, para acabar asumiendo la dirección, muchos años después, de Cuadernos Hispanoamericanos. Esta asidua presencia de Luis Rosales en la prensa escrita tuvo reflejo también en las páginas del rotativo madrileño ABC, donde dejó estampada su firma en varias de sus célebres terceras.

A finales del decenio de los cuarenta salió de la imprenta la que tal vez sea la obra maestra de la producción poética de Luis Rosales: La casa encendida (1949 y reeditada con adiciones importantes en 1967). Se trata de un volumen concebido en forma de un largo poema unitario en el que, y cito a Rafael Lapesa, la afirmación religiosa se orienta ahora hacia una resignada aceptación de la realidad monótona o punzante. El poeta siente la melancolía del tiempo fugitivo, los primeros anuncios de la edad madura, y halla en el recuerdo voces que le alientan y le redimen del tedio. Se trata, concluye el maestro, de un libro que, asido a las circunstancias más estrictamente personales, encierra sentido valedero para todos los hombres; que partiendo de la abulia sin horizontes, llega a la más desbordante proclamación del amor, aunando en apretado abrazo a cuantos viven a una y otra orilla de la muerte. Libro, en fin, que es una de las cumbres más altas de nuestra poesía contemporánea.

En 1951 da a la imprenta Rimas, poemario, que comenzó a redactar en 1936 ó 1937, en el que da cuenta del caos subsiguiente a la Guerra Civil, plasmado en una cosmovisión negativa -el acoso temporal y la muerte, la imposible plenitud del amor- que el autor trata de contrarrestrar a través del recuerdo. La calidad y hondura de esta nueva entrega poética se remontan al mismo nivel alcanzado en La casa encendida, lo que vino a confirmar la inclusión de Luis Rosales entre las voces líricas más descollantes de mediados del siglo XX.

Tras muchos años de silencio editorial, Luis Rosales volvió a situarse en el primer plano de la actualidad cultural española con la publicación de El contenido del corazón (1969), un libro -aunque poético - escrito en prosa.

En los años 70 publica Segundo Abril (1972), Canciones (1973), Como el corte hace sangre (1974), textos todos en los que se acentúa, en general, su concepción amarga del mundo y del hombre.

La combinación de lirismo íntimo y enfoque narrativo reaparece en Diario de una resurrección (1979), cuyos densos contenidos existenciales se corresponden, formalmente, con una afortunada conjunción de clasicismo y vanguardia.

Tras la aparición de Verso libre (Barcelona: Plaza & Janés, 1980), Luis Rosales, ya con setenta años cumplidos, dio a la imprenta La carta entera, obra constituida por tres poemarios independientes de intención autobiográfica: La almadraba (1980), Un rostro en cada ola (1982) y Oigo el silencio universal del miedo (1984).

Desde 1962 perteneció a la Real Academia Española y fue distinguido con numerosos premios literarios, entre los cuales destaca el Cervantes (1982).

Terminaremos este podcasts con algunas notas sobre la poesía de Luis Rosales, espigadas del artículo de Vicente Gallego Los procedimientos de expresión poética en Luis Rosales.
  • En cuanto al contenido, destaquemos:
    • Sus temas centrales son el amor erótico y el dolor.
    • El papel fundamental que juega la memoria, el recuerdo como forma de plenitud.
  • En cuanto a la forma:
    • Nivel léxico.
      • Creación de un mundo personal mediante la recurrencia a un vocabulario muy específico (cegar, desandar, desnacer, desvivir, ardentía).
      • Uso de términos cultos y coloquiales (el primero, quizás, en usar el lenguaje coloquial en la poesía junto a Neruda y Serrano Plaja).
      • Creación de vocablos ya inventados por el autor, ya originados por medio de la deformación-fusión de otros: ayerido, masmorir, tristear.
      • Uso simbólico de las palabras. Así, por ejemplo, nieve muy pocas veces tiene un valor denotativo, sino que con él se refiere unas veces a una cadena que une la vida con la muerte, otras al paso del tiempo (uso, por otra parte, ya antiguo como atestigua el estribillo de la Ballade des Dames du temps jadis, de François Villon: Mais où sont les neiges d’antan!?) o.
    • Por lo que respecta a la métrica,
      • aunque Rosales es uno de los grandes maestros del verso libre, en no pocas ocasiones recurre a la estrofa clásica, predominante -sobre todo- en sus primeros libros.
      • Por su parte, el verso libre es normal que se apoye en figuras de repetición (anáforas, epíforas, polisíndeton, aliteraciones, paralelismos).
    • Recursos estilísticos:
      • La imagen y la metáfora son muy importantes en su lírica. Por este motivo se le ha querido emparentar con los surrealistas, pero tal parentesco es lejano: Rosales aprende de la escuela francesa la libertad expresiva, pero rehúye la escritura automática, pues sus poemas son creaciones muy conscientes.
      • La intertextualidad, es decir, la reproducción total o parcial de textos propios y/o ajenos, juega un papel fundamental en la obra de Luis Rosales, aunque a veces no sea fácil percatarse de estos injertos.
      • Por último, es frecuente el uso de diferentes voces dentro de un mismo poema o de un libro. Un buen ejemplo sería La casa encendida, donde toman la palabra sus amigos (vivos aún o ya muertos), sus padres, etc.



Fuentes:

 

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