Leemos de un clérigo que era de cabeza perdido,
En los vicios del mundo estaba siempre embebido;
Aunque estaba loco, tenía un buen sentido:
Amaba la Gloriosa de corazón cumplido
(1).
Aunque al mal estaba acostumbrado,
En saludar a ella era bien acordado;
No iría a la iglesia ni a ningún mandado
Sin a su nombre antes haberse encomendado.
Decir no lo sabría sobre aquella ocasión,
Nosotros no sabemos si lo buscó o no,
Le asaltaron enemigos a este varón.
Lo mataron, Dios le dé su perdón.
Los hombres de la villa y sus compañeros,
Pues de cómo muriera no eran certeros
(4),
Fuera de la villa, entre unos riberos
(2),
Allá lo enterraron, no entre los diezmeros
(3).
Le pesó a la Gloriosa este enterramiento,
Puesto que yacía su siervo fuera de su convento.
Se le apareció a un clérigo de buen entendimiento,
Y le dijo que una equivocación cometieron.
Aunque hacía treinta días que estaba enterrado
Y que en término tan largo podría estar estropeado,
Le dijo Santa María: hicisteis un desaguisado
(5),
Pues yace mi devoto de vosotros apartado.
Te mando que digas que mi secretario
No merecía de la tierra sagrada ser privado.
Diles que no lo dejen allí otro treintanario
(6).
Metedlo con los otros en el buen osario
(7).
Preguntó el clérigo que yacía adormilado:
¿Quién eres tú que hablas? Dime quién me da el mandato,
Que cuando lo diga me será preguntado
Quién se querella y quién es el enterrado.
Le dijo la Gloriosa: yo soy Santa María,
Madre de Jesucristo, que mamó leche mía.
El que vosotros desechasteis de vuestra compañía:
Por secretario mío yo lo tenía.
El que vosotros enterrasteis lejos del cementerio,
Con el que no quisisteis cumplir vuestro ministerio,
Yo por éste te hago todo este reguncerio
(8).
Si no lo cumples, atente al lacerio
(9).
El dicho de la dueña fue rápidamente acatado.
Abrieron el sepulcro rápido y en privado.
Vieron un milagro no simple, sino doblado.
Ambos fueron luego anotados.
Le salía por la boca una hermosa flor
De gran hermosura, de muy fresca color,
Llenó toda la plaza de tan sabroso olor
Que no se olía nada de la descomposición.
Vieron la lengua tan fresca y tan sana
Que parecía el corazón de una hermosa manzana:
No la tenía más fresca a la meridiana,
(10)
Cuando se sentaba a charlar en la quintana
(11).
Vieron que esto era por obra de la Gloriosa,
Ya que nadie podría hacer tamaña cosa:
Enterraron el cuerpo cantando el Speciosa
(12),
Cerca de la iglesia, en la tumba más preciosa.
Cualquier persona hará gran cortesía
Si sirve a la Virgen María.
Mientras esté vivo, vivirá con alegría
Y salvará el alma el postrero día.
Notas