Era un hombre pobre que vivía de raciones
(1),
No tenía otras rentas ni otras furciones
(2).
Cuando trabajaba de jornalero, en pocas ocasiones,
Conseguía algunos pepiones
(3).
Por contentar a la Gloriosa, a quien mucho amaba,
Repartía con los pobres todo cuanto ganaba.
Así contendía, así luchaba
Por obtener su gracia y que la pequeñez de lo que hacía fuera olvidada.
Cuando el pobre este mundo tuvo que dejar,
La madre gloriosa lo vino a agasajar.
Le habló muy sabrosamente, lo quería halagar.
Oyeron sus palabras todos los del lugar.
"Mucho ambicionaste mi compañía,
Usaste para ganarla buena maestría:
Repartías tus limosnas, decías Ave María.
La razón de todo, yo bien lo sabia.
Debes saber que tu vida está acabada,
Que estamos en la última jornada,
Que el
podéis iros en paz (4) ha sido cantada,
Que ha llegado la hora de cobrar la soldada
(5).
He venido para llevarte comigo
Al reino de mi hijo, que es tu amigo,
Donde se alimentan los ángeles con candeal
(6) trigo.
Cuando la Gloriosa el sermón hubo acabado,
El alma dejó el cuerpo venturado.
Tomáronla los ángeles, un grupo honrado,
Lleváronla al cielo. Dios sea alabado.
Las personas que habían la voz oída,
al momento vieron la promesa cumplida.
A la madre gloriosa, que es tan comedida
(7),
Todos le rendían gracias, cada cual por su partida.
Quien esto haya escuchado, sería desventurado
Si a Santa María no estuviese muy apegado.
Si además no la honrase, sería desmesurado.
Quien de ella se aleja, está muy engañado.
Más de prisa aún queremos caminar.
Historias como éstas no debemos despreciar,
Pues son los árboles en los que descansar,
A cuyas sombras suelen las aves cantar.
Notas