En esa misma ciudad
(1) había un buen cristiano.
Hacía a la Gloriosa un servicio diario:
Los días y las noches; en invierno y en verano.
Murió el obispo del lugar.
Non se ponían de acuerdo a quién votar.
Hicieron un
triduo para a Dios rogar
Que le mostrase a quién debían nombrar.
A un hombre católico, sabedor de la religión,
Habló la Gloriosa. Le dijo en una visión:
Que recaiga en mi devoto la elección."
Le respondió el buen hombre por estar
certero:
"¿Quién eres tú que me hablas y quién el creendero
(2)?"
Dijo ella: "Soy la Madre del Dios verdadero.
Jerónimo llaman a mi clavero
(2).
Sé mi mensajero. Lleva este mandado:
Os mando que inmediatamente sea votado.
Si a otro hacéis obispo, mal habréis actuado.
No será mi hijo por sus actos agasajado."
Dijo esto y lo creyeron los electores;
Pero de quién fuera Jerónimo no eran sabedores.
Mandaron por las villas investigadores.
Encontraron a Jerónimo, cura parroquial,
Hombre de pocos conocimientos, ignorante del mal.
Lo llevaron de la mano hasta la catedral,
Siguiendo el mensaje de Santa María,
Lo hicieron obispo y señor de Pavía.
Tuvieron gusto y alegría
Cuando vieron que todo bien iba.
León para los bravos; con los mansos, cordero.
Llevaba bien su
grey, no como soldado,
Sino como pastor firme y preocupado.
Lo guió en su tarea Dios nuestro señor.
Hizo una vida buena; la muerte, mucho mejor.
Cuando dejó este mundo fue a otro mejor.
Lo llevó la Gloriosa, Madre del Creador.
Madre tan piadosa siempre sea alabada,
Siempre sea bendita y siempre adorada,
Pues da a sus devotos honra tan
granada:
Su misericordia nunca será suficientemente apreciada.
Notas