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Utopías del siglo XVII


Grosso modo, las utopías del siglo XVII se caracterizan por:
  • Su estrchísima relación con la realidad histórica.
  • Su preocupación por la eficacia y viabilidad (ya no se trata de instaurar un orden diferente del real, sino de corregirlo).
  • Su intento (sobre todo en la segunda mitad de la centuria) de liberarse del esquema impuesto por Moro o Campanella, que procedía de Platón.
  • La carencia de interés artístico, aunque se le concede mayor importancia a la trama novelesca en detrimento de la especulación abstracta.

En Gran Bretaña, la primera cronológicamente es la mediocre Descripción del famoso reino de Macaria (1641), de Samuel Hartlib (1598-1662), librero y amigo de Milton.

La Nova Solyma (1648), de Samuel Gott (1613-1671), es una utopía rara y complicada que presenta rasgos de la novela picaresca y tiene el mérito de fomper con la fórmula tradicional del naufragio en la isla desconocida o del diálogo. En realidad, se trata de una novela burguesa, realista y moral, que propone un ideal de comerciante avisado, que predica la legitimidad del beneficio y el miedo al infierno.

La Comunidad de Oceana (1656), de James Harington (1611-1677), es sobre todo un estudio sociológico y político en el que se transparenta siempre entre líneas la Inglaterra del momento. Como curiosidad, señalemos que sus ideas encontraron bastante eco en la época de la Revolución Americana ya que influyeron en las constituciones de Massachussets, Nueva Jersey, Carolina y Pensilvania.

La primera utopía francesa es la Histoire du grand et admirable royaume d´Antagil (1616), cuyo autor firmó con las iniciales I. D. M. G. T. Más que una verdadera utopía que proponga un mundo paralelo, se trata de un reflejo de la situación de Francia mediante procedimientos utópicos, y no tiene nada de revolucionaria: no ataca ni el principio monárquico ni la propiedad ni la nobleza; se contenta con algunas mejoras. Es una utopía burguesa, prudente y moderada.

Por su parte, Fénelon (1651-1715) propone una salida a la utopía: la de la novela arqueológica, que tan de moda se pondría en el siglo XVIII. De hecho, en Les aventures de Télémaque, compuesta en torno a 1694 y publicada en 1699, la trama novelesca está tan elaborada que no podemos hablar de una utopía, sino de islotes utópicos intercalados en el curso del relato.

Desde sus orígenes, una de las características de la utopía es la del viaje extraordinario o maravilloso. En esta centuria, algunos autores se arriesgan y amplían el ámbito utópico: el marco ya no es una isla lejana, sino otros planetas.

Tal es el caso de El hombre en la Luna, de Francis Godwin (1582-1633), obispo de Chester. Como era de esperar, lo novelesco prima sobre lo utópico, que queda reducido a un vago sueño de perfección sin verdaderas estructuras.

Cyrano de Bergerac (1619-1655) es el primero que combina en Francia utopía y viaje extraordinario. En sus Histoire comique des Etats et Empires de la Lune (1657) e Histoire comique des Etats et Empires du Soleil, fantasías brillantes e irónicas, ya no queda casi nada de utópico y es un simple pretexto para exponer teorías científicas avanzadas.

Entre 1675 y 1715 el género utópico alcanzó una cohesión excepcional. Y así:
  • Los autores procuran infundir a sus viajes ficticios el mismo sabor de autenticidad de los viajes reales.
  • Aunque no se niega la religión, hay un deslizamiento hacia un deísmo moderado que no entorpece la libertad de pensamiento ni la innovación política o social.
  • Dotan a los utopianos de una lengua imaginaria, tan perecta y racional como sus instituciones.

Quizás la utopía más exitosa de este final de siglo sea La historia de los sevaritas (1675), de Denis Veiras (o Vairasse), protsntante nacido en el Languedoc entre 1635 y 1638, que sirvió en el ejército en el Piamonte y Cataluña, que hacia 1665 pasó a Inglaterra y que en 1686 emigró a Holanda, donde murió en torno al 1700. El sistema político imaginado por Veiras es bastante particular: propone una combinación de la monarquía absoluta según el modelo francés con un régimen constitucional inspirado en el ejemplo inglés. En el plano religioso es más subversivo: ataca violentamente a todos los fundadores de religiones (Jesús incluído) y dota a los sevaritas de un deísmo razonable que les permite tener plena libertad de conciencia.

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