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Utopías del siglo XVIII


El siglo XVIII es la edad de oro de la utopía: relativamente poco frecuente hasta finales del XVII, en esta décimo octava centuria hubo una auténtica proliferación. Y así encontramos utopías burlescas, obras teatrales utópicas, utopías propiamente dichas y, cómo no, fragmentos utópicos insertos en novelas.

Posiblemente, el éxito de este género se deba por un lado a que uno de los grandes ideales de la época fue la búsqueda de la felicidad; por otro, al descontento respecto de la situación política y social bajo la monarquía absoluta.

Veamos algunos de estos autores.

Montesquieu incluye dos utopías en sus Cartas persas: la historia de los trogloditas (Cartas XI-XIV) y la historia de Anaís (Carta CXLI), que dejamos para un podcast independiente. Lo mismo voy a hacer con el Marqués de Sade, quien en su Aline et Valcour describe hasta tres utopías.

Diderot, por su parte, escribió una obra del género que estamos tratando. Nos referimos al Suplemento al viaje de Bougainville (1772).  El texto se divide en cinco partes claramente diferenciadas.
  • En la primera, que lleva por título Juicio del viaje de Bougainville, dos interlocutores identificados como “A” y “B” comentan de forma objetiva los hechos más sobresalientes de dicho viaje, tal y como los relatara el propio navegante.
  • En la segunda parte, Los adioses del anciano, Diderot pone en boca de un anciano de Tahití un discurso de despedida, que es una violenta diatriba contra la colonización europea.
  • La conversación entre el capellán y Orou y la Continuación de la conversación entre el capellán y el habitante de Tahití es un debate centrado en tres temas claves: la religión, el matrimonio y la legislación. En el diálogo, el indígena Orou representa al “buen salvaje” que, sorprendido por que el capellán no haya aceptado la muchacha que le ha ofrecido, acosa a éste a preguntas supuestamente ingenuas. La oposición en todos los frentes entre Orou y el capellán pronto se convierte en la oposición entre la Naturaleza y el Cristianismo. El salvaje, que razona con la lógica de la ley Natural y del sentido común, saca una conclusión: las explicaciones del capellán son una monstruosa red de extravagancias. Sin embargo, pronto aparecen indicios de desajustes en el pretendido paraíso de la Naturaleza porque  Diderot disfruta subrayando sus ridiculeces y contradicciones.
  • En la quinta y última parte, Continuación del diálogo entre A y B, los dos primeros interlocutores sustituyen a Orou y al capellán en el uso de la palabra y se encargan de comentar, precisar y buscar la aplicación práctica de las ideas expuestas por éstos: ¿Qué consecuencias útiles podemos extraer de las costumbres y extraños hábitos de un pueblo incivilizado? La ambigüedad calculada de sus respuestas no hace sino plantear nuevas y más acuciantes preguntas que conducen a una constatación dolorosa: ¡Qué lejos estamos de la naturaleza y de la felicidad!
Al término del debate una conclusión se impone: el estado de Naturaleza es una abstracción. La vida salvaje ha muerto. Relegada a un pasado que se pierde en la noche de los tiempos, ha dejado de ser un punto de referencia útil para el hombre civilizado, que en su marcha hacia el progreso ha alcanzado ya el punto del imposible retorno. Ante él sólo cabe la nostalgia de la sencillez perdida.

El naufragio de las islas flotantes (1753) es una utopía novelada firmado por un tal Morelly de quien casi nada se sabe aunque se supone que nació hacia 1715 y que fue maestro de escuela. Las fuentes del texto son Tomás Moro, Veiras y los Comentarios reales del inca Garcilaso. El tema fundamental de la obra es que la propiedad privada corrompe la bondad natural del hombre y que el derecho fundamental de éste no es la libertad ni la igualdad, sino la participación plena en todo el producto económico que la comunidad obtenga. Curioso es que el modelo social propuesto sea una sociedad anarquista natural, gobernada por un déspota al que el pueblo obedece porque lo reconoce como el intérprete de la ley natural.

En Restif de la Bretonne (polígrafo, impresor y filósofo nacido en Sacy en 1734 y muerto en París en 1806) hay dos utopistas:
  • El creador de tratados como la serie Ideas singulares (publicada de 1769 a 1789).
  • El autor de relatos utópicos, caracterizados por:
    • Un espíritu especialmente reaccionario en lo que a las mujeres toca.
    • Un comunismo que suprime las distinciones y refuerza la discriminación entre los sexos.
    • El que el pueblo entra en la utopía como algo distinto a una entidad abstracta ya que hay un deseo de realismo cotidiano que es nuevo y que no volverá a aparecer hasta las utopías socialistas del siglo XIX.

Quizás el utopista más conocido del XVIII sea Jonathan Swift (1667-1745) y sus Viajes de Gulliver (1726), obra en la que culmina la desconfianza hacia la utopía gracias a la caricatura, la ironía y los elementos grotescos. Los viajes de Gulliver muestra la Inglaterra de su tiempo, su política, su ciencia y su ideología, y lo hace como una civilización monstruosa e inhumana, cómica y orgullosamente bestial. El Gulliver alienado que decide hacerse caballo y es devuelto a Inglaterra como a una cárcel, recuerda al encadenado de la caverna de Platón que, habiendo salido a la realidad exterior, siente que el mundo de sombras en el que ha vivido hasta entonces es irreal y desdeñable. Pero si se lo dijera a sus compañeros de prisión se reirían de él hasta le matarían si tratara de salvarlos.


Fuentes:


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